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martes, 1 de junio de 2010

Evangelio del Día

Miércoles de la IX Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio según San Marcos 12,18-27.
Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso:
"Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero;
y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".
Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios?
Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error".

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.


Leer el comentario del Evangelio por
San Justino (hacia 100-160), filósofo y mártir
Tratado sobre la resurrección, 2.4.7-9

« Creo en la resurrección de la carne » (Credo)

Los que están en el error dicen que no hay resurrección de la carne, que es imposible que ésta, después de ser destruida y reducida a polvo, encuentre de nuevo su integridad. Según ellos la resurrección de la carne no sólo sería imposible, sino perjudicial: censuran la carne, critican sus defectos, la hacen responsable de los pecados; dicen que si esta carne ha de resucitar, también resucitarán sus defectos... Pero el Salvador dice: «Los que resucitan, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como los ángeles del cielo». Ahora bien, ellos dicen que los ángeles no tienen carne, ni comen, ni se unen. Así pues, dicen ellos, no habrá resurrección de la carne...

¡Cuán ciegos son los ojos del entendimiento solo! Porque no han visto en la tierra «que los ciegos ven, que los cojos andan» (Mt 11,5) gracias a la palabra del Salvador..., para que creamos que en la resurrección, la carne resucitará completa. Si en esta tierra él curó las enfermedades de la carne y devolvió al cuerpo su integridad, cuánto más lo hará en el momento de la resurrección a fin de que la carne resucite sin defecto, íntegramente... Me parece que esa gente ignora el conjunto de la acción divina en los orígenes de la creación, en la formación del hombre; ignoran porque han sido hechas las cosas terrestres.

El Verbo dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gn 1,26)... Es evidente que el hombre, modelado a imagen de Dios, sea de carne. Así que ¡qué absurdo pretender menospreciar, sin ningún mérito, a la carne modelada por Dios según su propia imagen! Que la carne sea preciosa a los ojos de Dios, es evidente por ser su obra. Y porque en ella se encuentra el principio de su proyecto para el resto de la creación, es por lo que ella es lo más precioso a los ojos del creador.


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