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viernes, 16 de abril de 2010

Evangelio del Día

sábado 17 de abril del 2010
Evangelio según San Juan 6,16-21.
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. El les dijo: "Soy yo, no teman". Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.



Leer el comentario del Evangelio por

San Pedro Crisólogo (hacia 406-450), obispo de Rávena, doctor de la Iglesia
Sermón 50, 1.2.3 ; PL 52, 339-340

«En seguida la barca tocó tierra, en el sitio a donde iban»

Cristo sube a una barca: ¿no es él quien puso al descubierto el fondo del mar después de haber arrojado sus aguas para que el pueblo de Israel pasara a pié enjuto como por un valle? (Ex 14,29). ¿No es él que solidificó las olas del mar bajo los pies de Pedro, de manera que, a su paso, el agua se convirtiera en un camino sólido y seguro? (Mt 14,29).

Sube a la barca. Para atravesar el mar de este mundo hasta el final de los tiempos, Cristo sube a la barca de su Iglesia para conducir a los que creen en él hasta la patria del cielo por una travesía pacifica, y hacer ciudadanos de su Reino aquellos con quienes está en comunión en su humanidad. Ciertamente, Cristo no tiene necesidad de la barca, pero la barca tiene necesidad de Cristo. En efecto, sin este piloto venido del cielo, la barca de la Iglesia, agitada por las olas, jamás llegaría a puerto.

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