Escucha tu musica preferida !!!

martes, 4 de mayo de 2010

Evangelio del Dia

Martes 04 de Mayo de 2010
Martes de la V Semana de Pascua

Evangelio según San Juan 14,27-31.
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡ No se inquieten ni teman !
Me han oído decir: 'Me voy y volveré a ustedes'. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.
Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,
pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por
Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV
Libro I, c. 11

« Mi paz os dejo, mi paz os doy »

Mucha paz tendríamos si en los dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen, no quisiéramos meternos. ¿Cómo quiere estar en paz mucho tiempo el que se entromete en cuidados ajenos, y busca ocasiones exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge? ¡Bienaventurados los sencillos, porque tendrán mucha paz! ¿Cuál fue la causa porque muchos de los santos fueron tan perfectos y contemplativos? Porque estudiaron en mortificarse totalmente a todo deseo terreno; y por eso pudieron con lo íntimo del corazón allegarse a Dios y ocuparse libremente en sí mismos. Nosotros nos ocupamos mucho con nuestras pasiones, y tenemos demasiado cuidado de lo que es transitorio... Y pocas veces vencemos un vicio perfectamente; ni nos alentamos para aprovechar cada día; y por eso nos quedamos tibios y aun fríos.

Si estuviésemos perfectamente muertos a nosotros mismos, y en lo interior desocupados, entonces podríamos gustar las cosas divinas, y experimentar algo de la contemplación celestial. El impedimento mayor es que somos esclavos de nuestras inclinaciones y deseos, y no trabajamos por entrar en el camino perfecto de los santos. Y también, cuando alguna adversidad se nos ofrece, muy presto nos desalentamos, y nos volvemos a las consolaciones humanas. Si nos esforzásemos más en la batalla a pelear como fuertes varones, veríamos sin duda la ayuda del Señor que viene desde el cielo sobre nosotros... ¡Oh! ¡Si mirases cuánta paz a ti mismo, y cuánta alegría darías a los otros rigiéndote bien, yo creo que serías más solícito en el aprovechamiento espiritual!



No hay comentarios: